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Editorial: Perú no es Lima (por enésima vez), por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 5:27 pm, 23 Marzo, 2022

Olvídense de Lima, olvídense de Castillo, de sus sobrinos, olviden a Fujimori. Piensen en el resto del país. En los otros 22 millones de peruanos que son mayoría. Piensen en esos cientos de miles de funcionarios públicos en gobiernos regionales y locales que deberían estar haciendo las cosas bien por los ciudadanos. Piensen en los miles de millones de soles que se reparten en las regiones para que se inviertan en servicios públicos.

Mientras Lima mira las “grandes noticias” y los líderes “nacionales” se preocupan por las supuestas noticias “nacionales”, les cuento qué ocurre en Perú, sí, en la mayor parte del territorio nacional, a ver si tomamos conciencia de la disociación y negación de la realidad en que estamos sumergidos.

En Chiclayo se detectaron compras irregulares por 8 millones de soles y 5 funcionarios de la municipalidad están siendo investigados por la fiscalía. Debían comprar máquinas compactadoras de limpieza y amañaron el proceso y las máquinas llegaron tarde. Perjudicados: los ciudadanos chiclayanos, que hace años, ven como su ciudad siempre está cochina, desordenada y caótica.

En Junín el 40% de la población no tiene acceso a la red pública de agua y saneamiento. Se evaluaron los 123 distritos que componen la región (demasiados distritos para una sola región, para empezar, pero este es otro problema) y se encontró diversas responsabilidades en la gestión de las autoridades locales. En el año 2022, este dato es inaceptable.

En Paucarpata, Arequipa, se construyó una piscina pública, pero esta no tiene agua. ¿Por qué? Porque la Municipalidad provincial de Arequipa aún no paga la deuda que tiene con SEDAPAR, deuda que asciende a nada menos que 15 millones de soles. El resultado: miles de niños y familias no pueden disfrutar de este espacio público de esparcimiento en pleno verano.

En Cusco la Contraloría detectó perjuicios económicos por más de 387 mil soles en la construcción de unos muros que no tenían expediente técnico. De hecho, estos colapsaron el 21 de abril de 2021 poniendo en riesgo la vida de nuestros hermanos cusqueños. Las noticias de obras paralizadas o envueltas en corrupción en esta región sobrepasan la posible extensión de este editorial.

En Reque, Lambayeque, hace meses que una planta de oxígeno no funciona por culpa de las autoridades de la Gerencia Regional de Salud. Y lo peor de todo es que la planta había sido adquirida no por el Estado sino por un grupo de ciudadanos pertenecientes al colectivo “Juntos por un Reque seguro”. El ciudadano pone la plata, y ni aún así, el Estado puede hacer bien las cosas.

En Tacna, la Contraloría encontró que varios funcionarios del gobierno regional hicieron pagos irregulares por aproximadamente 160 mil soles a un consorcio responsable de una serie de obras en la institución educativa Calderón de la Barca. Las obras nunca se dieron. El colegio se mantuvo en malas condiciones, pero a quién le importan los niños y niñas que perdieron ya 2 años de educación debido al Covid.

En Ancash, 11 funcionarios fueron encontrados culpables por haber amañado la compra de diversos equipos médicos para el Hospital Eleazar Guzmán Barrón de Nuevo Chimbote en medio de la primera ola del Covid, además, es decir, cuando morían cientos de peruanos día tra día.

Y en Puno, la Contraloría General de la República identificó que 180 miembros del cuerpo médico de la región Puno fueron beneficiados con los popularmente conocidos “bonos covid”, pese a no haber trabajado en primera línea durante la emergencia sanitaria. Qué tal almeja.

El país se cae a pedazos en sus bases, en el campo, en la sierra y la selva, en donde la informalidad puede alcanzar el 90%, en donde aún el 50% cree en Castillo, en donde la recaudación tributaria es casi nula, en donde ONGs y colectivos pagados por fundaciones internacionales organizan marchas, paros, bloqueos y financian líderes que destruyen la propiedad pública y privada. El país no se cae a pedazos en Lima, en la presentación de un libro, en una discoteca en el sur chico, o en un restaurante miraflorino. Entendámoslo de una vez.

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