El problema no es la informalidad, por José Ignacio Beteta
El problema del Perú no es la informalidad, es la formalidad. Me explico: si organizas una reunión en tu casa, invitas 100 personas y van 25, el problema no lo tienen las 75 personas que no fueron. Lo tienes tú. Lo tiene tu casa.
Si el Estado te obliga a ser formal e incluso te dice que por no serlo, estás siendo un “mal ciudadano”, pero te ofrece una formalidad precaria, injusta, costosa y poco atractiva, ¿por qué tendrías que sentirte un “mal ciudadano”? Si luego ciertos lideres empresariales, académicos o especialistas, hablan mal del informal porque la consideran una “competencia desleal”, y se refieren a él como si fuera un ser de segunda categoría, ¿cómo no entender la profunda desconexión y resentimiento sociales entre la capital y la provincia, lo urbano y lo rural, lo “blanco” y lo “cholo”?
Durante décadas se ha culpado al pequeño empresario por no entrar al sistema, cuando en realidad el sistema fue diseñado sin pensar en él. Si la formalidad fuera justa, simple y beneficiosa, nadie tendría que obligarla: sería una decisión natural. Hoy, sin embargo, ser informal no es un defecto moral, es una reacción racional frente a un Estado que castiga más de lo que acompaña.
Cambiar esta grave situación no es solo una reforma económica: es una reforma emocional, social y hasta espiritual. Porque cuando la formalidad sea clara, sencilla y humana, no solo se reactivarán negocios: se reconstruirá unidad, paz, confianza entre peruanos, se reducirá la tensión entre zonas urbanas y rurales, se cerrará la brecha entre “el Perú oficial” y “el Perú real”, y las personas recuperarán la tranquilidad de ser parte de algo que les da orgullo. ¿Algunas ideas desde la Asociación de Contribuyentes?
Un solo impuesto. Como en Estonia. Sea a través de un “mono tributo” (Flat Tax) o un sistema por tramos bien diseñados y realmente graduales, la idea es romper con el laberinto actual. Un sistema único o gradual, claro y predecible, reduce ansiedad, elimina la sensación de abuso y permite que todos contribuyan sin miedo. ¿Quién pierde? La burocracia, el recaudador, la multa, la persecución. ¿Quién gana? El contribuyente.
Trabajo. Un régimen flexible para pequeñas empresas no solo promueve el empleo formal, genera relaciones laborales honestas, evita conflictos innecesarios y fortalece el sentido de equipo dentro de los negocios. Le pedimos a la empresa peruana que se comporte como una empresa europea y nórdica. ¿Por qué no pensar en un régimen laboral especial: aportes previsionales, vacaciones, beneficios reducidos al 50%, y un aporte fijo pequeño en lugar del 9% de EsSalud para todas las empresas que tengan menos de 100 trabajadores? La legislación peruana es muy “anti trabajador” justamente por ser muy “anti empresa”. Es momento de reformarla.
Créditos tributarios, deducciones claras, devolución de IGV y acceso a crédito barato crean un círculo virtuoso: el emprendedor siente que el Estado lo respeta, lo premia y valora su esfuerzo. La SUNAT no puede interpretar como le da la gana las normas. El Tribunal Fiscal no puede ser un anexo de la SUNAT. Nada integra más que la sensación de justicia.
Ser formal me garantiza una pensión. Necesitamos fortalecer definitivamente -para personas naturales y personas naturales con negocio- el sistema de IGV por pensiones. Es decir, que por cualquier compra formal (con un tope mucho más alto y atractivo) el contribuyente alimente su fondo de pensiones. Formalizarse debe traer recompensas: acceso a crédito con tasas preferenciales garantizadas por COFIDE (un Reactiva permanente para micro y pequeñas empresas), participación simple en compras estatales y prioridad en ferias o exportaciones, devoluciones de IGV mas generosas en las primeras compras.
Necesitamos una SUNAT que acompañe, no que persiga. Eliminar la multa automática, que solo se multe la tercera caída de cualquier falta, sea cual sea la materia; priorizar la guía del contribuyente y tener funcionarios que formalizan en mercados y ferias cura una herida de décadas: el miedo al Estado. Este cambio psicológico es quizás el más transformador de todos. Que el funcionario de la SUNAT deje de ser un vérdugo y se convierta en un socio.
La primera causa de la informalidad es eso que llamamos “formalidad”. El primer cómplice de la informalidad es el político o el funcionario que no quiere hacer nada por destruir la burocracia y agilizar la creación de empresas. La informalidad solo disminuirá cuando formalizarse sea lógico, rentable y sencillo. Impuestos pequeños, trámites simples, incentivos reales y un Estado aliado pueden transformar el ecosistema empresarial peruano. Estas reformas no solo impulsan el crecimiento económico: generan unión, paz, tranquilidad, dignifican el trabajo, fomentan el emprendimiento y abren oportunidades a millones de peruanos que hoy producen en la sombra. Generan felicidad. Generan integración.