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EDITORIAL: Qué esperamos de nuestros políticos en el 2022, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 7:59 pm, 29 diciembre, 2021

Hay una profunda diferencia entre un funcionario público y un político, aunque ambos pueden intercambiar roles o terminar en uno u otro “espacio” con el tiempo.

Mientras el funcionario público tiene un perfil técnico (o debería tenerlo), el político tiene un perfil carismático de representación popular. Al político se le elige para representar a uno o más grupos interesados en la sociedad. Al funcionario se le contrata para gestionar un área, un proyecto, un programa, un presupuesto, procesos o tareas en el Estado para el bien de los contribuyentes.

Dicho esto, hay algo que definitivamente debemos exigirles a nuestros políticos en el 2022: que se preocupen por entender la gestión del Estado, lo que implica el buen uso de nuestro dinero, los sectores productivos en los que se van a involucrar, y el diseño y evaluación de políticas públicas. Esto es urgente. Nuestros políticos no pueden ignorar lo básico de la “cosa” pública o del funcionamiento del Estado. Y si no cuentan con los estudios adecuados, tienen el deber de acompañarse con buenos técnicos que suplan ese vacío.

Pero en este contexto histórico tan crítico y después de cinco meses de escándalos y destapes que tocan al propio presidente de la república, lo que debemos pedirles es mucho más.

En primer lugar, que abandonen por un momento dogmas ideológicos y que piensen en la reforma del Estado, ese aparato burocrático que tiene a más de 1.5 millones de funcionarios y maneja 200 mil millones de soles al año. El político (ya sea en el poder ejecutivo o en el legislativo) debe preocuparse porque se brinden servicios de agua, salud, educación, justicia y seguridad a todos los ciudadanos, especialmente a los más pobres. Pelear por cuestiones ideológicas cuando casi el 30% de peruanos es pobre y el 80% no paga impuestos, es como discutir acerca del tapiz de los cojines cuando no tienes ni una silla en la cual sentarte.

En segundo lugar, la izquierda y la derecha moderadas, deben unirse y crear juntas una agenda amplia pero concreta, en donde cedan cada una en ciertos puntos clave, pero lleguen a diversos acuerdos básicos en los cuales podrían sintonizar. Es tiempo de ser realistas y generosos. No es tiempo de exigencias radicales o posiciones irreductibles cuando el país navega a la deriva.

Hay reformas institucionales, políticas y económicas que son prioritarias, antes que otras que tienen que ver con asuntos culturales o civiles. Y aunque uno quisiera convertir a Perú en Dinamarca en dos semanas, la verdad es que estamos más cerca de Venezuela que de Europa en estos tiempos. El realismo y lo urgente debe primar antes que el populismo, la promesa fácil o cualquier otro ideal hoy irrealizable por más legítimo o importante que sea.

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