Política al ritmo del algoritmo: del debate a TikTok

En Perú, la discusión política ya no se escucha en plazas ni foros, sino en TikTok y pódcast; candidatos y autoridades priorizan carisma y entretenimiento sobre propuestas serias, en una nueva dinámica que compromete el fondo democrático.
Redacción Vigilante Publicado 11:07 am, 1 septiembre, 2025

La política peruana transita de las ideas al espectáculo, donde los treinta segundos en TikTok y las transmisiones en vivo se imponen sobre los debates ciudadanos. La figura pública ya no expone reformas profundas, sino que sonríe para la cámara, buscando likes antes que soluciones.

Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular y excandidata presidencial, ha lanzado un pódcast titulado “Konfesiones”, espacio pensado para compartir vivencias personales y su versión de los hechos, en una narrativa más emocional que política. Este giro ha sido interpretado como un intento de “humanizarse”. Su entrevista con Magaly Medina, en la que habló sobre su vida íntima tras su reciente separación, generó críticas por priorizar lo sentimental sobre lo político.

El creador de contenidos Víctor Caballero, conocido como Curwen, cuestionó duramente esta estrategia: “Los políticos ya no quieren ser entrevistados por periodistas. Buscan esquivar preguntas y lo único que quieren es exposición”.

En Lima, el alcalde de Ate, Franco Vidal, ha combinado su labor pública con transmisiones en vivo en plataformas como Kick, donde genera ingresos por donaciones, aunque esto ha sido cuestionado por posibles conflictos éticos y vulneración del principio de probidad. Además, su gestión ha sido señalada por obras inconclusas y por amenazas a periodistas, prácticas que el uso de streaming no logra ocultar.

Frente a esta ola mediática, la política se reduce a dopamina instantánea: risas, likes y viralidad. Pero los problemas que golpean al país —inseguridad, pobreza, corrupción, educación— quedan relegados a un segundo plano. La política se aproxima a un reality show donde el carisma ofusca la competencia de ideas. Si el ciudadano elige siguiendo el ecualizador emocional del algoritmo más que en base a propuestas, la calidad democrática queda amenazada.

La banalización de la vida pública intenta tomarle el pelo a los ciudadanos, premiando la simpatía sobre la solvencia. Cuando el espectáculo político triunfa, el vacío de contenido profundo se vuelve peligroso: mientras bailes y transmisiones enganchan audiencias, los problemas estructurales siguen creciendo sin atención real.

COMPARTIR NOTICIA