Machu Picchu y la mafia de aguas “turbias”
Cuando la polémica Ministra de Cultura, Betssy Chávez, permitió en 2021 que 1500 entradas a Machu Picchu fueran vendidas diariamente por la municipalidad distrital de Aguas Calientes, generó el problema más grave en la historia de esta maravilla del mundo moderno. Ese “regalo” distorsionó el mercado turístico cuzqueño, generó un tráfico burocrático y oscuro de entradas al sitio arqueológico, y permitió a unos cuantos actores mercantilistas y mafias informales acumular poder económico y político.
Desde 2007, Machu Picchu ha recibido, en promedio, 1.02 millones de visitantes anuales, con un 32% de visitantes nacionales y un 68% de visitantes extranjeros. Es evidente que, después de la pandemia, el turismo hacia Machu Picchu estaba comenzando a recuperarse. Sin embargo, las protestas del 2022-23 y las actuales protestas y bloqueos están teniendo un impacto muy negativo en la zona, revirtiendo los avances logrados.
¿Dónde está el problema de fondo? La decisión de la ministra Chávez -aliada cercana del hoy encarcelado Pedro Castillo- fue un elemento crítico en la crisis que enfrentamos hoy, pero según algunos especialistas del Centro Wiñaq y la Asociación de Contribuyentes del Perú, existen dos variables más profundas a tomar en cuenta.
Para Fernando Ticona, analista del Centro Wiñaq, lo que ocurre en Machu Picchu hoy, “forma parte de un conflicto más profundo entre sectores modernos y tradicionales en la oferta turística. El sector moderno tiene una oferta enfocada hacia los turistas de mayores ingresos, es formal y tiene mecanismos modernos de comercialización. El sector tradicional esta atomizado, brinda servicios de menor calidad, es informal y usa mecanismos anticuados de comercialización (…) El sector tradicional tiene menor poder económico pero mayor capacidad de presión política. Tiene cierta capacidad de movilización, un discurso populista y control efectivo sobre Aguas Calientes”.
¿La solución? El Estado puede y debe promover la modernización, profesionalización y formalización de esta oferta turística tradicional a través de programas de capacitación, incentivos tributarios y de acceso a crédito privado, y mejora de su infraestructura turística.
En la misma línea, José Ignacio Beteta, director de Contribuyentes del Perú, enfatizó que “todas las maravillas del mundo y los sitios turísticos más concurridos a nivel mundial ofrecen sus entradas a través de plataformas modernas, digitales, ya sea de forma independiente o junto con “paquetes” turísticos y de transporte. Este mecanismo incrementa y acelera el flujo de turistas nacionales e internacionales a las atracciones, promoviendo que más emprendedores locales tengan muchas más oportunidades para ofrecer sus productos o servicios. Lo importante es lograr que más turistas lleguen. Una vez ahí, las oportunidades se multiplican para todos, especialmente para los pequeños emprendedores”, afirmó.
¿La salida? Se podría pensar en una figura de “canon turístico” para la zona de influencia del complejo arqueológico, pero no en un aporte que vaya a las autoridades locales, provinciales o regionales, que casi nunca tienen la capacidad de usar los recursos de forma eficiente y efectiva, sino un “canon” que vaya directamente a una cuenta bancaria individual por familia o por poblador. Sean pocos o muchos soles, la población del valle sentirá realmente que la llegada de más turistas la beneficia concreta y constantemente.
En conclusión: en estas protestas, está claro que existen grupos minoritarios, informales y hasta subversivos queriendo ganar a costa de muchos cuzqueños y peruanos que trabajan honestamente. Ni la izquierda peruana ni el Estado y sus autoridades pueden permitir que estos actores ilegítimos destruyan el atractivo más famoso que tenemos: la llaqta Machu Picchu.
*Informe realizado por la Asociación de Contribuyentes del Perú y publicado en el diario Perú21.