El día 12 de mayo, el presidente Pedro Castillo, a través de una carta firmada también por Aníbal Torres, le pidió permiso a la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, para viajar al encuentro del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Este evento es uno de los más importantes del mundo y reúne a políticos, académicos y líderes de primer nivel para debatir los grandes problemas de la humanidad.
Según la carta, la asistencia de Castillo serviría como oportunidad, cito, “para que el señor Presidente de la República pueda interactuar con importantes líderes mundiales y regionales, y altos ejecutivos internacionales, a fin de abordar temas estrechamente vinculados a las prioridades del Gobierno peruano, tales como: (i) restablecer la confianza en el sistema internacional y sus instituciones; (ii) encontrar la combinación de políticas adecuadas para fortalecer la recuperación pos pandemia a largo plazo; (iii) tratar las causas de la desigualdad nacional y mundial; (iv) fortalecer la resiliencia del sistema de salud mundial; (v) acelerar la acción climática y regenerar ecosistemas; y (vi) definir los principios para garantizar que la Cuarta Revolución Industrial responda al interés de la humanidad”.
La carta continúa: “Se ha previsto la participación del señor Presidente de la República en los diálogos sobre la mejora de la educación; desarrollo sostenible de la Amazonia y la transformación digital en América Latina, entre otros”.
Fin de las citas. Cuatro inquietudes llegan a mí después de leer la carta enviada a la presidencia del Congreso.
Primero. No hay nada más débil en nuestro país que la confianza en el sistema y sus instituciones. Y si bien es cierto, este es un problema anterior a Castillo, su aporte a esta crisis de confianza es muy generoso: decenas de cambios ministeriales, escándalos de corrupción, declaraciones ambiguas y temerarias y nombramientos de funcionarios cuestionables así lo demuestran. Por tanto, no hay nada más alejado de las prioridades de este gobierno que restablecer la confianza en las instituciones.
Segundo. ¿Cómo un presidente que ha mostrado una flagrante indiferencia frente a la educación peruana, el retorno a clases, el equipamiento e infraestructura de los colegios del Estado, puede representar los intereses educativos de nuestros niños, padres y maestros? ¿Cómo un presidente que plagió casi la mitad de su tesis junto a su esposa puede ser el edecán de nuestra preocupación por los problemas educativos del mundo?
Tercero. En los casi 10 meses que Castillo tiene como presidente, la región más olvidada en su agenda ha sido la amazónica. La deforestación de nuestra selva avanza galopante, el narcotráfico crece y las fuerzas del orden se repliegan frente a él, y el desarrollo económico de nuestra Amazonía -que solo se puede concretar gracias a una saludable relación entre la inversión privada, el Estado y las comunidades- nunca ha sido un tema clave en sus largos y enredados mítines de campañas, mal llamados consejos de ministros descentralizados.
Cuarto. Tampoco en este tiempo el gobierno ha puesto un mínimo interés en acelerar o intensificar la transformación digital del Estado. La pequeña y heroica Secretaría de Gobierno Digital hace lo que puede, pero los contribuyentes seguimos relacionándonos con una burocracia poco transparente, basada en el trámite engorroso, presencial, lleno de papeles, coimas, abusos, demoras y funcionarios de rostro sombrío.
Conclusión. Aunque darle permiso al presidente para viajar parece un simple acto administrativo, no lo es. Toda la narrativa y el actuar de Castillo son absolutamente contrarios a lo que el Foro Económico Mundial empuja. Tenemos un presidente con muchos problemas de transparencia, envuelto en varios escándalos de corrupción, sin ningún tipo de norte en términos de desarrollo educativo o económico, de espaldas a los problemas de la población más pobre y cuya mejor excusa es decirnos que está aprendiendo.
Seamos honestos: el Congreso le está regalando un viaje pagado a Suiza, para comer rico, comprar rico, dormir rico, tomarse muchas fotos con sombrero, y aparentar que las cosas aquí van bien, cuando en realidad, atravesamos, gracias a él primordialmente, una de las peores crisis económicas, políticas y sociales de los últimos 30 años.