Editorial: 4 razones para empujar una Asamblea Constituyente, por José Ignacio Beteta
Muchos pensarán que la Asamblea Constituyente es un peligro para el país; otros que la idea no tiene pies ni cabeza, que la gente está siendo engañada y los problemas del país no se solucionarán cambiando un librito de menos de 70 páginas en su versión de bolsillo. Y esto es respetable, pero es solo lo que “muchos” piensan.
Hay otros -no son pocos y tienen poder- que piensan que la Asamblea es una gran idea, y tenemos que entender por qué es una gran idea para ellos, antes de quejarnos, despotricar contra ellos o entrar en fase de desesperación, desorden o negación.
En primer lugar, levantar el tema de la Asamblea Constituyente le da a Castillo, Cerrón y sus seguidores una nueva excusa para evadir la gran responsabilidad que tienen en todos los problemas sectoriales que padecemos. Este gobierno no solo no ha hecho nada, sino que está destruyendo casi todas las carteras productivas del país. Los datos hablan solos: se nos viene una crisis alimentaria, la inversión pública está parada, la privada también, la inflación tocando límites, contrataciones y nombramientos de gente inútil, corrupción para regalar… Pero el cambio constitucional siempre es una buena cortina de humo para tapar una pésima gestión. Los diarios compran “la noticia” y le dan vueltas y vueltas como boludos. Hasta yo mismo lo hago en este espacio.
En segundo lugar, con el proyecto “improvisado” (Lanegra) y “mamarracho” (López) que presentó, el sindicalista le vuelve a tirar la pelota al Congreso. Un “Congreso” que en realidad no existe como tal, aunque testarudamente lo veamos como una unidad. No existe “un congreso”, existen 130 congresistas divididos en una decena de bancadas con intereses opuestos, que se sacan los ojos y que pueden incluso hablar mal de su hogar, del mismo poder Legislativo. Ustedes nunca escucharán a un ministro decir “este gobierno da vergüenza”, pero sí escucharán a Sigrid Bazán decirlo. El Poder Ejecutivo es vertical, adinerado y homogéneo. El legislativo horizontal, pobre, plural y caótico, y su área de comunicaciones no responde al poder en sí, sino a la mesa directiva de turno. Así no se puede competir, y esto lo saben desde hace varios años los presidentes. El primero en explotarlo fue el lagarto Vizcarra y Castillo es un buen aprendiz. Entonces, no importa si el proyecto no pasa, Castillo otra vez usará la carta “el Congreso no escucha al pueblo, ni siquiera quiere consultarle, no me deja gobernar”.
Tercero. Levantando el tema de la asamblea, Castillo, Cerrón, Bermejo, Bellido y Perú Libre agitan el gallinero de sus bases, colectivos, sindicatos, y grupos aliados radicales. Esos que están bien, pero bien atentos a las elecciones regionales, provinciales y distritales porque saben que ahí hay “plata como cancha”. Entramos en campañas regionales y no nos dimos cuenta. Recuerdan que prácticamente la mitad del presupuesto del país se reparte en las regiones. Al agitar el gallinero, Perú Libre y Castillo le dan vida a sus bases partidarias y este año presentarán muchos más candidatos, tendrán más presupuesto, más poder y más potenciales clientes, aliados y auspiciadores, esperando ganar el gran botín: el dinero de los contribuyentes.
En cuarto y último lugar (hay más razones, pero se me acaba el tiempo) poniendo una vez más sobre la mesa el tema constituyente, Castillo culmina un proceso de campaña que inició hace tres semanas después de las protestas que iniciaron a inicios de abril. Tuvo 24 mesas de diálogo en 7 regiones y no consiguió ningún acuerdo. No hizo absolutamente nada valioso, pero consiguió voltear la tortilla y dejar de ser el centro de la atención. Al inicio la población pedía su cabeza, hoy, ablandados por sus viajes, discursos y promesas populistas, muchos líderes piden la caída del Congreso y una nueva constitución. Castillo y Torres hicieron bien su trabajo. Se fueron a buscar al pueblo, que quieran o no, es de donde vienen, a pedir perdón, a sentarse con comuneros y líderes, a cumplir el ritual de decir en voz baja y cara a cara “yo soy como ustedes, perdónenme, les prometo esto y esto, pero prefiéranme a mí antes que a esos empresarios, periodistas y limeñitos que tienen monopolios, plata y casas bonitas”. Y lo lograron. Lo lograron.
Por eso, pedir una asamblea constituyente y levantar el tema es muy inteligente, apropiado, adecuado y conveniente. Y en la medida en que no desbaratemos estratégicamente cada uno de estos cuatro puntos, Castillo seguirá en campaña, seguirá vivo, seguirá golpeando más de lo que piensan.
Finalmente, seamos claros. Dina Boluarte haría lo mismo y lo haría con más autoridad y ligereza, porque si asumiera el poder, entraría simplemente como la nueva oportunidad y esperanza después del “mamarracho” de Castillo. Y ya se está preparando y recibiendo los aplausos adelantados de la izquierda progresista y también la radical. Entonces, no sean tan ilusos de pensar que una transición con ella sería democrática, predecible y estable. No sean tan ilusos amigos vigilantes (de los verdaderos y de los truchos) para pensar que el hashtag #QueSeVayanTodos es la solución. Aunque la ilusión es lo único que uno persigue cuando no se ven salidas en la oscuridad, debemos recordar que no dejan de ser ilusiones las que perseguimos. Meras ilusiones. Lo que nos queda es trabajar, luchar, seguir remando y defender nuestros ideales, nada más.