Editorial: Ya que importa… ¿Te perdono?, por José Ignacio Beteta
Escuchar a Castillo, Aníbal Torres y a diversos dirigentes regionales en las sesiones abiertas del consejo de ministros nos brinda luces acerca de la psicología del pueblo peruano y lo que puede ocurrir en los siguientes días (usaré la palabra pueblo arbitrariamente para referirme a la mayoría de los peruanos que vive al borde de la pobreza y en informalidad).
Para empezar, lo institucional no es lo suyo. A la mayoría de los dirigentes regionales no le interesa dialogar ni en el Congreso ni con el Congreso, ni en Palacio bajo parámetros formales o institucionales. Quiere que la autoridad “más alta” vaya al campo y ahí se arreglen las cosas boca a boca, firmando un papel. Ojo: el congresista es importante, pero es uno solo, y el pueblo sabe que hay 129 más como él que le quitan poder, por eso tampoco le gusta el Congreso. Para el pueblo el presidente o su edecán son los más poderosos del ritual político.
Al pueblo no le cuesta quedarse horas escuchando palabras sin sentido. Esto lo he vivido por mi trabajo. Torres podría defender no solo a Hitler sino a Lucifer y continuar diciendo babas por horas, y la mayoría se quedaría ahí escuchando, porque estas reuniones son un ritual, son una ceremonia de reconocimiento a su dignidad como pueblo. Y eso es bastante, lo agradecen, aunque no sirva para nada y Torres lo utiliza sabiendo que no sirve para nada.
El pueblo aún cree en la reciprocidad “localista” aunque esta no contemple el beneficio de la mayoría. Torres y Castillo se pasearán por el Perú regalando contratos, dinero, obras, subsidios y privilegios a diversos sectores económicos informales, ilegales, minoritarios, y esto será visto como un acto de reciprocidad. Si te perdonamos la vida, tú nos tienes que dar algo a nosotros, no a los demás necesariamente, pero sí a nosotros.
Nuestro pueblo perdona mucho porque él se tiene que perdonar mucho… Ha sufrido, es pobre, informal, muchas veces maltrata a su familia, es violento, nunca tuvo un Estado cercano que lo ayude o instituciones sólidas que le den orden. El Perú mayoritario tiene muy poco que perder. Se acostumbró a salir adelante solo y sabe que Castillo es uno de “los suyos” y pasó por lo mismo. Por eso lo podría perdonar en primera instancia, y recuerden, esta es la primera vez que marcha el pueblo contra Castillo.
Así, los dirigentes pueden estar absolutamente en desacuerdo con su gobierno, pero lo ven como un hermano. Y por ello, le podrían perdonar no 6 sino 20 muertos, todas sus incompetencias, delitos y crímenes, siempre y cuando prometa “corregirse” y cumpla con darles algo a cambio a manera de reciprocidad. Suena duro, lo sé. Pero quienes somos de provincia y provenimos de familias sencillas sabemos que así funciona esto.
Un pueblo informal, que se identifica con sus paisanos, con su familia, con la gente que tiene su color, que vive bajo términos de reciprocidad local, es un pueblo que no cree en las instituciones, en la formalidad, ni en el Estado como construcción corporativa o estructurada, y es capaz de salvar la vida de Castillo si a cambio, Castillo le da momentáneamente lo que pide, aunque esto no sea lo que necesite, sino un placebo o una estafa. Veremos qué ocurre, pero no descarten esta posibilidad.