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Editorial: Un Fondo que nos manda al fondo, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 12:11 pm, 29 marzo, 2022

Como suele ocurrir, siempre se necesita un poco de extremismo para posicionar una idea que objetivamente creemos cierta. Pero en este editorial no necesitaremos hacer eso, porque cuestionar el último informe que el Fondo Monetario Internacional hizo para el Perú en materia tributaria es una tarea que prácticamente se hace sola.

Es evidente que pagar impuestos es un acto que cumple un rol social, pero no en sí mismo ni de forma absoluta. Solo lo cumple cuando quienes recaudan, reciben y administran esos impuestos lo hacen correctamente. El pago de impuestos entonces se vuelve ético en un contexto determinado y el cobro de impuestos puede convertirse en un robo en otro.

En este sentido, cumplir con nuestras obligaciones tributarias no es un acto moralmente bueno en sí mismo. Se asume que es así porque del otro lado se confía en que el Estado y su burocracia tendrán las mejores intenciones para usar nuestro dinero. En países con un desarrollo institucional mayor al nuestro, esa confianza es sólida y estable.

Los países con mayores recaudaciones tributarias son aquellos en los que el Estado funciona bien, no es tan corrupto, los políticos no son populistas, y las reglas de juego son favorables para que la mayoría de ciudadanos pueda ser libre de alcanzar sus metas.

Los países con menores recaudaciones tributarias son aquellos en los que el Estado funciona mal, es corrupto, los políticos son populistas y las reglas de juego son absurdas o atentan contra los contribuyentes que pagan la cuenta. Perú entra en este segundo segmento.

Así, cuando un grupo de especialistas pagados también con los impuestos de diversos países, esta vez del Fondo Monetario Internacional (FMI), afirma que en Perú aún es posible incrementar algunas cargas a la minería, crear impuestos a la riqueza o a los servicios digitales, solo podemos deducir que son capaces de hacerlo porque -y literalmente es lo que ha ocurrido- han construido esa conclusión desde un gabinete encapsulado y ciego, sin observar por un segundo lo que ocurre en Perú. Lo cual es casi una falta de respeto.

Lo que se necesita en Perú es bajar, eliminar impuestos y reformar el sistema tributario para que sea más atractivo. Con casi un 75% de informalidad promedio, 90% en zonas rurales, y con un Estado que pierde en corrupción anualmente el 15% y devuelve el 25% del presupuesto porque no sabe cómo usarlo, de nada sirve pensar en el vacío o teóricamente, como lo han hecho en el FMI.

Las reformas sugeridas por el informe del FMI son cuestionadas por su propio informe cuando afirma –mencionando posibles cambios en el sistema de depreciaciones en el sector minero– que cualquier reforma “debe sopesarse contra el aumento en el riesgo de los inversionistas”. Y resulta que los especialistas del FMI que elaboraron este informe no tienen la más mínima idea del tremendo riesgo en el que se encuentra el Perú. Y esto también es casi una falta de respeto.

Tal es nuestro riesgo que S&P acaba de reducir nuestra calificación y nos amenaza con reducirla más aún. Tal es nuestro riesgo como país que ayer discutíamos vacar al presidente. Tal es nuestro riesgo como país que en Puno se robaron una mina, en Ayacucho quemaron otra, en Apurímac quisieron derribar un helicóptero que iba a rescatar trabajadores de una operación minera, y en Tacna una de las minas mas grandes del país ha sido sitiada y arrinconada durante semanas.

Tal es nuestro riesgo como país que la inversión pública sigue cayendo, la privada está paralizada, el empleo formal aún no se recupera ni el turismo llega al 60% de sus niveles pre-pandemia, el gas sube, la gasolina sube, tenemos cientos de obras inconclusas, licitaciones amañadas, colegios con infraestructura inadecuada, un proceso de vacunación que va más lento, en fin.

La teoría económica, financiera o tributaria aplicada de forma inocua a un contexto crítico, informal, violento, inestable e impredecible es mas parecida a un mortal veneno introducido de forma sutil en un organismo que a una bala o un artefacto explosivo, porque se escuda –para destruir– en una aparente estructura sólida de datos, números, comparativos y evidencias. Calculo que los especialistas del Fondo nunca tuvieron la intención de hacernos daño, pero quizás sin querer, nos empujaron más al fondo. Muchas gracias.

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