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Editorial: El Filtro Burbuja, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 9:32 am, 3 Marzo, 2022

Es este el título de una publicación de Eli Pariser (Ediciones Taurus, 2018) en la que de forma clara y didáctica se nos explica por qué hoy la internet, las redes sociales y el mundo digital, en vez de haber fortalecido la democracia, la tolerancia y nuestros vínculos como personas, comunidades, culturas y sociedades, lo que hicieron fue utilizar toda su maquinaria y códigos para convertirnos en “datos”, “perfiles”, “audiencias”, y construir a nuestro alrededor “un universo de información único (…) que en esencia altera nuestra manera de encontrar ideas e información” (p.19).

Al convertirnos en información estratégica para vender espacios publicitarios y ganar trillones de dólares, las grandes firmas tecnológicas y redes sociales, no solo favorecieron un especializado y sofisticado consumo de cosas (lo cual no es malo per se, pero es peligroso), sino además sesgaron nuestra búsqueda de noticias, ideas, datos, hechos, acerca del mundo cercano o distante.

Si eres conservador, y periódicamente le “pides” a internet que consiga información alineada con tus creencias, difícilmente encontrarás información de izquierdas, y viceversa. Y esto solo nos aisla.

Si eres admirador de Castillo, recibirás información de una derecha golpista y si lo rechazas, solo podrás recibir contenido en el que el profesor aparece como un corrupto sin vergüenza. Para este caos, y gracias a Dios, el profesor se está encargando de aclarar a izquierdas y derechas cuál es su verdadero talante.

Y es que lo que ocurre a escala global con estas “burbujas”, ocurre en cada país. Nuestra polarización política tiene que ver con el uso que le damos a redes sociales y buscadores. Está claro que siempre hemos consumido medios y prensa afines a nuestros intereses y tendencias. El tema es que el sesgo que introducen las máquinas de predicción de redes sociales y páginas web no es explícito, y esto genera tres consecuencias graves, según Pariser, que paso a explicar.

En primer lugar, nos aislamos. Estamos solos. El celular que miramos con apego cada breve cantidad de minutos nos da información limitada y, por la naturaleza de nuestra relación con este aparato, o con nuestra laptop, no tenemos muchas oportunidades para contrastar, compartir, retar o criticar la información que recibimos. Somos la única persona dentro de la burbuja.

En segundo lugar, el sesgo que nos imponen es invisible. Las intenciones de páginas web, buscadores y redes sociales son opacas. No te dicen que variables recogen de tus acciones, cómo las usan, hacia dónde te están llevando, ni mucho menos qué te están dejando de mostrar. Dos personas en territorios y de condiciones económicas y sociales similares pueden escoger una palabra de búsqueda y cada una recibir información muy dispar. Por ello, la imparcialidad, objetividad y veracidad del contenido siempre deben ser puestas en cuestión.

Finalmente, tú no eliges entrar en la burbuja ni puedes elegir salir. Cuando antes cambiabas de canal o elegías un noticiero u otro, tú podías tomar una decisión acerca de qué tipo de filtro político querías. Se trataba de un proceso activo. Hoy no es así. “Con los filtros personalizados, por el contrario, no adoptas el mismo tipo de decisión. Ellos vienen a ti -y como aumentan las ganancias de las páginas web que los utilizan, cada vez será más difícil evadirlos” (p.20).

Entender esto una y otra vez debe servirnos para varias cosas. Primero, para tener una actitud crítica frente a la información que consumismos de las grandes corporaciones tecnológicas. En segundo lugar, para abrir nuestras mentes y retar, criticar, cuestionar, las ideas que nos vamos haciendo debido a nuestro consumo de información en internet o redes. Tercero, para buscar dialogar y abrir la cancha a gente que piensa distinto, sin miedo al debate, la discusión honesta, saludable y respetuosa. Y cuarto (quizás lo más importante) para que salgamos de esa burbuja invisible que se ha construido entre nuestros ojos y un aparato tecnológico (sea celular, tablet o laptop).

Mirar la realidad, literalmente mirarla… Mirar a quien está a nuestro lado, mirar el cielo, el jardín, la vereda, la calle, las casas, los edificios, la gente, es una fuente inacabable de inspiración, conexión, profundidad, densidad existencial que son finalmente las verdaderas “variables” que nos hacen ser humanos de verdad, no zombies de mirada perdida, distracción rápida y facilidad para el aislamiento automático.

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