¿Cómo operan las mafias?: el caso PetroPerú, por Eduardo Herrera
De toda la gente con la que he conversado acerca del caso -sobre todo quienes son mayores que yo- se genera una plena coincidencia en lo mismo: en PetroPerú las cosas siempre sucedieron igual, no hay nada extraño, hay muchos intereses ahí. El tiempo y los hechos recientes parecen darles la razón. Tan crudo como una verdadera violación impune, así de miserable e indignante.
El cuento de hoy, se cuenta solo. La cabeza de la institución (que ha servido como “caja chica” de muchos regímenes) con muestras autoritarias y en conocimiento de ser un cabal tocado por los dioses. Cacareando protección de, incluso, alguien que goza de cierto beneplácito del respetable ¿será que el Ministro de Economía también lo protege?
Así no es posible una gerencia técnica e institucional. Todo se convierte en un coto de caza. Los días pasan y parece que el caballero en ciernes tenía razón, está protegido desde arriba. Con pana y elegancia.
Pero ahí no queda la cosa porque en este caso, además de personajes casi faranduleros, hay serios indicios de delito. Al típico estilo de una organización criminal ampayada, se producen intentos de silenciamiento, amenazas y “apretones”, desaforados pedidos para quemar pruebas, obstrucción y más obstrucción. Felizmente, y lo sé por conocimiento propio e involucramiento en el caso, la Fiscalía y la Contraloría tienen ya todo. El país los vigila, no lo olviden.
Pese a la gravedad de la situación que compromete al propio Presidente de la República, esto parece tratarse de una pillería menor; de un acto de “carterismo” insignificante, de esos que ocurren en cualquier calle de Lima. Mutis total. Salgo a mi ventana constantemente a intentar escuchar las cacerolas, ver las marchas y nada. Busco en los canales de televisión o las radios para ver a los “líderes democráticos”, a aquellos que se llaman defensores de la libertad a ultranza. Nanay. Silencio. Me preocupa los hayan aceitado, aceitada de biodiesel. Solo leo, del otro lado, propagandas millonarias en periódicos, comunicados desesperados y publicidad ingente en televisión. Mejor no te metas ahí me insisten. Plata como cancha.
Y aquí viene la frase: un pueblo que acepta la corrupción no es víctima, se convierte en cómplice o, mejor dicho, en un encubridor.
Las mafias operan así y este es un caso típico de gabinete con elementos comunes. Hoy todos están replegados y moviéndose a oscuras, cuando el escándalo pase se volverán a juntar para seguir haciendo de las suyas, en nuestra cara y con nuestra plata. Tal vez cambien a alguien para decir que se viene una gran re organización, de esas que tan pomposamente lanza el sistema de justicia para encubrir sus roches, pero todo seguirá igual.
¿Hasta cuando seguiremos gritando que la lucha de corrupción es una prioridad en este país?
Publicado en Gestión el 18 de enero del 2021
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