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EDITORIAL: La esperable entrevista, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 2:42 pm, 21 Enero, 2022

Y el día llegó. En convenientes momentos en que la ciudadanía está distraída por el gravísimo y triste evento de Ventanilla, tuvimos acceso por fin a una primera entrevista oficial al presidente Pedro Castillo. El elegido para entrevistarlo: César Hildebrandt. Diálogo editado y transcrito que, habiéndose realizado el miércoles, recién salió a la luz hoy viernes 21 de enero, seguramente después de algunas revisiones. Esperada, pero sobretodo esperable entrevista.

Castillo tenía que empezar usando la palabra “pueblo”. Tenía que volver a utilizar a ese pueblo que no tiene agua, luz, internet, tablets, colegios bien equipados, postas decentes, pistas, seguridad ni justicia, y otros tantos servicios de los que sin embargo nunca habló con el director de “Hildebrandt en sus trece”.

Aún cuando dicha palabra puede ser contada exactamente veinte veces en el diálogo, no pudimos contar ni una sola referencia a proyectos de inversión pública para el cierre de brechas, o alguna referencia explícita a resolver las necesidades concretas, tangibles y reales de la ciudadanía más vulnerable. “Soy un hombre del pueblo” dijo, sin embargo, el presidente, y usó esta última palabra veinte veces.

Castillo afirmó también estar “buscando siempre personas idóneas”. Y en este sentido, el Consejo Privado Anti-Corrupción (CPA) podría asombrarse ante esta declaración, dándonos el número de ministros, viceministros, asesores, directores y funcionarios de alto nivel nombrados o contratados que simplemente o están vinculados al terrorismo, o son investigados por corrupción, o son estafadores y abusadores, o vienen siendo cuestionados por “n” motivos, o no tienen las capacidades técnicas o tienen algún conflicto de interés. Según Eduardo Herrera, director del CPA, hablamos de más de cincuenta contrataciones cuestionables.

Otras palabras frecuentemente usadas por Castillo y que aparecen al menos 7 veces en el diálogo, provienen del verbo aprender. “Yo vivo aprendiendo y preguntando”, “estoy aprendiendo cada día”, “Y en ese aprendizaje veo…” son algunos ejemplos.

Y seguramente con estas frases, el otrora sindicalista genera empatía y ternura en ciertos sectores afines ideológicamente al gobierno, pero no es posible dejar de ser críticos frente a lo que representan. Quizás el haber aceptado que nos hable de su aprendizaje con tanta ligereza demostraría que el peruano siempre es generoso en darle oportunidades a quienes sin saber absolutamente nada de la materia se lanzan a ocupar un cargo tan relevante. O, quizás más bien, es una señal de que no nos interesa involucrarnos ni un poco con el desarrollo del país ni participar del debate público de forma comprometida.

Y no tenemos más tiempo, pero la entrevista solo nos deja más frases esperables, ambiguas, abiertas, sin contenido, y por supuesto, muy desesperanzadoras.

“Si no hubiésemos tenido la pandemia”, podría haber cumplido sus promesas.

“No hay lista porque no es despacho funcional”, hablando de Sarratea.

“No fue mi intención asustar”, explicando todas las radicales iniciativas que planteó en su campaña electoral.

“Me preocupa la inestabilidad política”, al ser preguntado por la cantidad de crisis que ha tenido que atravesar en estos meses.

“Eso lo piensan quienes no conocen al Perú profundo”, excusándose de algún tema, volviendo a utilizar al pueblo para defenderse.

“Yo tengo que ser respetuoso de la política exterior”, para evitar hablar de los regímenes dictatoriales de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

“Daniel Salaverry ha sido una de las personas más críticas a mi gobierno”, para justificar su inaceptable nombramiento en Perupetro.

“Para mí también fue una sorpresa eso”, describiendo como aún siendo el padre, no sabía quién había organizado el cumpleaños de su hija.

“Si el Congreso quiere cerrarle las puertas a la voluntad de la gente”, para dejar abierta la posibilidad de seguir empujando una Asamblea Constituyente (mucho cuidado con esto)

“Ni siquiera sabía que existía el MOVADEF”, simplemente para vernos la cara de tontos.

Y, finalmente, “me lo quitaré para entrar a la Iglesia de San Pedro”, bromeando sobre su sombrero, sombrero que sí se quitó rápidamente para entrar a oscuras a su despacho informal en Breña, y sobre lo que seguirá siendo investigado y muy probablemente condenado no ahora, pero sí cuando deje de ser útil a los intereses de quienes lo rodean, en unos meses, en unos años, mas temprano que tarde.

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