América Latina cambia de ciclo político y gira a la derecha
América Latina atraviesa un cambio de ciclo. En distintos países, elecciones recientes y reordenamientos institucionales muestran un giro hacia opciones de derecha y centroderecha, impulsadas por una demanda ciudadana de estabilidad económica, orden, seguridad y reglas claras para la inversión. El retroceso de la izquierda regional responde al agotamiento de proyectos que prometieron transformación y entregaron déficit, incertidumbre y malos resultados.
En los últimos años, buena parte de la región Sudamericana estuvo gobernada por fuerzas progresistas que ampliaron el tamaño del Estado, incrementaron el gasto público y apostaron a modelos altamente intervencionistas. Con el paso del tiempo, esas recetas comenzaron a mostrar límites evidentes: inflación persistente, deterioro fiscal, inseguridad creciente y una gestión incapaz de responder a las expectativas ciudadanas.
Los cambios más recientes en Sudamérica
Chile es el ejemplo más reciente. La derrota del progresismo representado por Jeannette Jara, respaldada por el presidente Gabriel Boric, y el triunfo del conservador José Antonio Kast marcaron un punto de inflexión. Desde Colombia, Gustavo Petro reaccionó hablando del “renacer de Pinochet” y alertando sobre supuestos “vientos de muerte”, en lugar de reconocer el fracaso de una propuesta que no logró ofrecer certezas económicas ni gobernabilidad.
En Bolivia, el desgaste del modelo estatista también se hizo sentir. Tras años de hegemonía política desde 2006, el electorado dejó de respaldar al partido gobernante y optó por Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, en un contexto de cansancio con la intervención estatal y la falta de resultados sostenibles. Ecuador siguió un camino similar: el correísmo perdió apoyo ciudadano y Daniel Noboa emergió como una alternativa que propone un cambio de rumbo alejado del estatismo que marcó al país.
Argentina es el caso más visible del giro regional. A dos años del inicio del gobierno de Javier Milei, su figura se ha convertido en un símbolo de ruptura con el consenso progresista. Su agenda de libertad económica, reducción del gasto público y cuestionamiento al Estado sobredimensionado genera un rechazo frontal en la izquierda latinoamericana, pero conecta con un electorado agotado por la inflación crónica y el déficit permanente. Uruguay, con un proceso más institucional y menos disruptivo, refuerza esa misma dirección.
El avance de ideas liberales y conservadoras en América Latina no responde a un enamoramiento ideológico con la derecha, sino a un voto castigo frente a propuestas de izquierda que no lograron traducirse en bienestar real. Austeridad, reglas claras y responsabilidad fiscal se imponen como demandas centrales de sociedades cansadas de la ineficiencia, el déficit permanente y la falta de resultados sostenibles.