¿Cómo potenciar Aguas Calientes para mejorar la experiencia de Machu Picchu?


La reciente crisis turística en Machu Picchu parece haber quedado atrás. Ya no ocupa titulares, ya no es tema de conversación, y como suele ocurrir en el Perú, la indignación nacional pasó rápidamente la página. Sin embargo, los problemas persisten: el acceso a la ciudadela sigue marcado por mafias de boletos, los turistas siguen quedándose varados y el pequeño pueblo de Aguas Calientes —también conocido como Machu Picchu Pueblo— continúa atrapado en la precariedad.
El conflicto no es menor. Viajeros de todo el mundo, al no poder ingresar de inmediato a la ciudadela, se ven forzados a pasar una noche en Aguas Calientes. Pero esa estadía, lejos de ser una oportunidad de disfrute, se convierte en una experiencia obligada. “No hay nada que motive a quedarse”, señalan. Y ese vacío no solo afecta la experiencia turística, sino también la relación entre los visitantes y la población local, muchas veces señalada como conflictiva o agresiva.
José Ignacio Beteta, presidente de la Asociación de Contribuyentes del Perú, sostiene que la raíz del problema está precisamente en la falta de atractivo propio de Aguas Calientes. “Lo que hay que lograr es que el pueblo de Machu Picchu tenga un atractivo por sí mismo. Eso ocurre en otros países: se genera una infraestructura turística en el pueblo que invita a la gente a quedarse”, explica en entrevista con Eco Televisión de Ica.
Para Beteta, el potencial es enorme. Un museo de arte popular, una galería, actividades culturales, deportes de aventura, circuitos de caminata y restaurantes de calidad podrían transformar la dinámica actual.
“ Hoy Aguas Calientes es un pueblito pequeño, con infraestructura turística mínima y servicios que muchas veces no cumplen los estándares. Pero si logras que el visitante diga: ‘Me quiero quedar porque hay un súper hotel, un museo, un juego de aventura’, entonces se quedará por voluntad propia, no porque lo obliguen.”
Beteta también señala que el crecimiento del pueblo ha sido desordenado, impulsado por comerciantes que llegaron de distintas partes del país atraídos por la cercanía a la joya inca. Por ello, insiste en que los tiempos han cambiado y que ya no se puede seguir gestionando el turismo de manera improvisada. “Vender tickets con papelitos y tener colas de 500 personas es una falta de amor por el Perú, por Cusco, por Machu Picchu y por la propia gente”, afirma.
La propuesta es clara: darle a Aguas Calientes identidad y vida propia. Convertirlo en un destino que complemente la experiencia de Machu Picchu y no solo en un punto de paso. De esa forma, el pueblo podría dejar de ser un lugar de tránsito obligado para convertirse en un espacio de encuentro cultural y turístico, generando beneficios tanto para sus pobladores como para quienes llegan desde todos los rincones del mundo.