Mamá, no quiero ser formal, por José Ignacio Beteta


Día cansado de trabajo y voy a visitar a mi madre. Me espera con un buen “lonche”: café, pan caliente, jamón, queso, y arroz con leche. Le cuento mi semana. Fue una semana atípica pero predecible. Tuvimos tres fiscalizaciones: una de la SUNAT, otra de la SUNAFIL, y otra de la municipalidad.
Con una informalidad tributaria que supera el 70%, el peso recae sobre los mismos, le decía: los contribuyentes formales. El sistema tributario es complejo, fragmentado en regímenes que no incentivan crecer, y con mecanismos de recaudación (detracciones, retenciones, percepciones) que golpean la liquidez de pequeñas empresas, como la mía. Así, mientras se habla de “ampliar la base”, en la práctica el Ministerio de Economía y la SUNAT castigan a la minoría que ya cumple.
Con el tema laboral y la SUNAFIL pasa lo mismo. La legislación convierte laa contratación formal en un peligro. Entre gratificaciones, CTS, EsSalud y vacaciones, el costo no salarial puede alcanzar hasta un 70% adicional al sueldo, uno de los más altos de Latinoamérica. A esto se suma la rigidez de las indemnizaciones y la obligación de utilidades en empresas pequeñas y medianas. Y a esto se suman contingencias como encontrarte con trabajadores tóxicos, que se vuelven locos, que manipulan la norma, se aprovechan y te quieren hacer daño. El resultado es previsible: menos empleo formal, más informalidad.
Mi madre escuchaba atenta y me seguía alimentando, engordando en realidad. Acto seguido le explicaba que, mientras la economía privada lucha por sobrevivir en un entorno laboral y tributario agresivo, el Estado crece y engorda más que yo. El burócrata nunca deja de ganar su sueldo, así no haya hecho nada valioso, y los partidos tradicionales que nos gobiernan siguen colocando gente indeseable en cargos públicos que deberían ocupar profesionales o que no deberían siquiera existir.
Según el Consejo Privado de Competitividad, donde trabaja gente muy capaz le decía a quien me tuvo nueve meses en su vientre, entre 2019 y 2024 la planilla estatal aumentó 41% y el gasto corriente 38%. Mientras tanto, la inversión pública se sigue ejecutando mal y se devuelve en promedio el 25% de esta partida. Es decir, gastamos más en mantener al aparato público y menos en obras que cierren brechas de servicios públicos.
Sin querer, estaba logrando que el rostro de mi madre cambie, y no para bien. Le expliqué, finalmente, como lejos de facilitar, muchas municipalidades se han vuelto obstáculos para los empresarios. Licencias que deberían ser automáticas terminan costando mucho tiempo y dinero: ITSE duplicadas, carnés de sanidad ilegales, renovaciones de licencias sin base legal, fiscalizaciones abusivas, clausuras irracionales. Indecopi ha tenido que declarar ilegales centenares de ordenanzas municipales y aun así los alcaldes hacen lo que les da la gana.
Mi madre, quien para entonces ya había dejado de servirme comida y me escuchaba atenta, me interrumpió, ¿cuál es la solución a este terrorífico cuadro que me pintas, hijo mío?
Le dije lo que pienso. Muchos piensan que la informalidad es el problema, mamá. Pero lo cierto es que la formalidad es el problema. Ser formal es un problema y si no destruimos esta formalidad enferma, no vamos a cambiar como país. Y para destruir esta formalidad tóxica, tenemos que destruir el Estado para reconstruirlo casi desde la base en casi todos sus espacios.
Muchos piensan que la inseguridad es el problema, cuando el problema es que el Estado no puede luchar contra el crimen. Muchos piensan que la salud y la educación son “un problema”, cuando el problema es que el Estado no puede brindarnos servicios de salud y educación de calidad. Muchos piensan que el sistema de justicia es un problema, cuando el problema es que este sistema es uno más de los tantos sectores burocráticos, ineficientes y corruptos que el Estado gestiona.
El Estado peruano ha convertido la formalidad en un martirio reservado para unos pocos. En lugar de ser socio del emprendimiento o servidor del ciudadano, se ha vuelto su enemigo. No hay desarrollo posible bajo este esquema. El Perú necesita un Estado que deje de crecer en tamaño y comience a crecer en eficacia, transparencia, profesionalismo y eficiencia. Es hora de cambiar el diagnóstico. Es hora de cambiar la lógica. El problema es la formalidad, no la informalidad.
Mi madre me dio la razón, y con eso me quedé tranquilo. Es muy inteligente, y es mi madre, así que, si me da la razón, lo que piensen ciertos líderes gremiales, empresarios mercantilistas, especialistas en políticas públicas, centros de investigación que más parecen consultoras privadas, economistas y “expertos” que se mueren de miedo de un cambio radical, no me interesa. Terminamos el café y nos fuimos a descansar. Al menos tuve una buena catarsis. Ahora toca trabajar por ese necesario y urgente cambio radical.