Miraflores supera nuestra imaginación, por José Ignacio Beteta


Imagina que pagas una consulta con el doctor, te diagnostica y te prohíbe salir a trabajar… cumples con tomar la medicina indicada, vuelves a la consulta y te dice, “perdón, pero ahora tienes otra enfermedad que no había visto antes, tienes que tomar otra medicina y tampoco podrás salir a trabajar…” Y no lo hace una o dos veces, lo hace cuantas veces quiere.
Imagina ahora un secuestro. Secuestran a tu hijo. Te piden dinero. Asustado, pensando en que pagando saldrás de esta crisis, entregas la suma. Pero los delincuentes ahora te piden más. Y no te devuelven a tu hijo. Y no lo hacen una o dos veces, lo hacen cuantas veces quieren.
Imagina ahora que un profesor te pide una tarea en la universidad. La llevas hecha y cuando se la entregas, te dice que “no vale”, porque se ha dado cuenta de que en realidad la primera tarea incluye otra más que se acaba de inventar, y que no te pondrá la nota hasta que la hagas. Y no lo hace una o dos veces, lo hace cuentas veces quiere.
Lo que acabas de imaginar se define claramente y de varias formas: se llama chantaje, secuestro, extorsión, estafa. Ahora veamos qué pasa con la Municipalidad de Miraflores, y ustedes se responderán si la realidad se asemeja a nuestra imaginación o no.
El Municipio de Miraflores cerró Larcomar hace ya más de una semana y, dice la evidencia, lo hizo sin ninguna justificación, más allá de lo que digan sus comunicados redactados de forma maquiavélica.
Así, el día sábado 28 de junio, después de varios días de presión, se concretó una segunda inspección al centro comercial, dado que ya había subsanado las observaciones que le habían hecho en la anterior.
Adivinen qué pasó. Los fiscalizadores llegaron, revisaron las subsanaciones, y ¡oh sorpresa! Encontraron “nuevas faltas” y decidieron dar por subsanadas las anteriores, pero no las nuevas, así que dejaron cerrado el local en el que trabajan cientos de personas, emprendedores, proveedores, vendedores, guardianes, personal de mantenimiento, etc.
¿Imaginación o realidad? Tres preguntas que caen por su propio peso. Primera: ¿por qué no detectaron las fallas en la anterior inspección? Segunda: ¿fue entonces una inspección defectuosa? Tercera: ¿qué tan grave podían ser las nuevas faltas detectadas si no fueron vistas en la primera inspección?
El detrás de cámaras para muchos sería evidente: El líder de la banda que estaría detrás de todo este problema había puesto su esperanza en dos cosas. La primera, en tentar una reelección que nunca se aprobó. Y la segunda, en que le aprueben una ley para que sea más fácil cerrar locales comerciales, algo que tampoco ocurrió. Y como no consiguió lo que quería, la consigna para sus secuaces habría sido contundente: meter las uñas donde puedan, cuando puedan, y por todo lo que puedan. ¿Sería cierto esto?
El cierre de locales sería una de sus fórmulas. Otra consistiría en crear ordenanzas idénticas a otras que ya fueron declaradas barreras burocráticas, o que el mismo Tribunal Constitucional ha anulado. Otra sería su sistema de contrataciones de personal y empresas proveedoras de obras, algo que ya “saltó” en un reciente reportaje. ¿Tan lejos podrían llegar?
Larcomar es una víctima más. La más grande de los últimos meses. Pero los secuaces andan paseándose por todo el distrito, con el tiempo corto, porque solo tienen unos meses para asegurarse un botín que sirva para costear alguna campaña o candidatura que definitivamente tienen en mente. ¿Algún partido podría albergar a los protagonistas de estos abusos y arbitrariedades? ¿Algún partido o candidato a la presidencia querrá cargar con el pasivo que representan?
Lo que ha ocurrido estos tres años en Miraflores ameritará una investigación posterior exhaustiva, papel por papel, expediente por expediente, contratación por contratación, puesto por puesto, y dirigida quirúrgicamente a cada uno de los que han sostenido esta gestión que definitivamente ha superado lo que nuestra imaginación puede producir.