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Editorial: “Dejad que Los Niños se acerquen a mí”, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 7:00 am, 11 marzo, 2022

A las 4 de la mañana del día de ayer, 09 de marzo, Vladimir Cerrón lanzó este tuit: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. El tuit nos recuerda en primer lugar a los congresistas de Acción Popular acusados por Karelim López de haber sido “comprados” por el presidente Castillo para apoyarlo en el Congreso a cambio de millonarios contratos en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

Sin embargo, su desvergonzado tuit también nos recuerda de alguna forma aquella famosa descripción que hiciera de sí mismo como “el sendero, el camino, la puerta” al ser consultado sobre las palabras del entonces recién elegido presidente Castillo y su rol en el novel gobierno.

El político sentenciado por corrupción, y aún investigado por otra larga lista de potenciales delitos, ya nos tiene acostumbrados a participar del debate público con aires de mesías autoritario, pavoneando, fanfarroneando, alardeando, y menospreciando a quien le provoca, cuando le provoca.

Así, su tuit es una muestra patética de la calidad de los políticos que nos gobiernan. Personajes sin escrúpulos que una buena parte de la población no solo tolera, sino apoya, debido quizás a su profunda ignorancia, desinterés o inclusive identificación con las características de estos individuos que hoy desfilan por la alta dirección del Estado y frente a los cuales influenciadores, tuiteros, plataformas y colectivos afines, guardan silencio y prefieren seguir atacando a “la derecha”.

El tuit de Cerrón nos enseña de una forma sutil que hemos tocado fondo. Los indicadores macro-financieros del país, el indecente rebote económico que atravesamos, y la aún regular salud de muchas empresas y sectores económicos privados son solo el cascarón, la epidermis, la pintura que se va descascarando de una casa que se cae a pedazos desde los cimientos. Vivimos una época decadente.

Pero ciertamente la decadencia, entendida como la gradual agonía y muerte de un organismo enfermo, es el final de un ciclo que debería dar lugar a una etapa de recreación y renovación. Así son las cosas generalmente y esto es positivo.

Ojo: este renacimiento no es automático ni gratuito. Siempre se puede estar peor. Pero para que algo nuevo se construya, a veces es necesario destruir lo que había antes, y en eso estamos muy comprometidos: día a día se destruye cada pedazo del Estado Peruano, sus instituciones, el balance de poderes, las reglas de juego y la relación entre ciudadanos y autoridades.

La destrucción del Perú como lo conocemos está en curso. Se fueron, se apagan, o están en la cárcel los principales líderes políticos de la década del los noventa e inicios del siglo XXI; una nueva generación de jóvenes trae nuevos impulsos e ideas que cada día nuestros políticos deberán asumir como suyos; nuestras propias iniciativas y paradigmas son destruidos por acontecimientos globales o el avance de las nuevas tecnologías, y las elecciones del 2026 son a mi parecer el siguiente hito a tener en cuenta.

Ciertamente las elecciones regionales del 2022 son importantes. Será importante generar conciencia en la población para que voten por los mejores candidatos, visibilizar a los delincuentes, improvisados y convenidos que postulan; pero la principal batalla la pelearemos en el 2026.

Por ello, es importante afirmar sin miedo que hoy nos gobierna la esencia de la izquierda peruana: intervención del estado, estatismo, populismo basado en narrativas anti-empresa, anti-sistema, y anti-constitución, socialismo informal y conservador, creación y aumento de barreras burocráticas, corrupción, nepotismo, ineficiencia e incapacidad en la gestión, etc.

Finalmente, de nada sirve enfocarnos en Cerrón o a Castillo. “Peguémosle” al modelo que nos gobierna. Evidenciemos su ADN, su modus operandi, su estilo, sus características y, con datos y evidencia, eduquemos a la ciudadanía para que opte por algo diferente y mejor en las siguientes elecciones. Esta es la tarea más realista, sostenible y rentable a la que nos podemos avocar los siguientes 3 años. Todo lo demás sirve, pero esto último es obligatorio.

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