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EDITORIAL: Elegido para ser vigilado, por José Ignacio Beteta

Redacción Vigilante Publicado 3:07 pm, 7 diciembre, 2021

Hay quienes confunden Democracia con el simple acto de votar. Esto parecería improbable para quienes participan del debate público, pero lo cierto es que la mayoría de los ciudadanos toma conciencia de su rol en la política solo unas semanas antes de las elecciones y a veces hasta en la fila de votación.

Así, esta premisa errada (Democracia = Voto) genera una deducción más equivocada aún: cuando se elige a un presidente, se le debe soportar por todo su período. “Se debe respetar la elección popular” gritan hoy los que rechazan una potencial vacancia presidencial, y quieren librar a Pedro Castillo de dar explicaciones ante el Parlamento sobre los eventos, audios, y entramados que lo vinculan directamente a personajes muy oscuros.

Pero la democracia no termina con el conteo de votos; no es un número irrefutable o una diferencia porcentual. La democracia es un sistema dinámico que, más allá de las elecciones, se concreta en ciudadanos responsables de vigilar al gobierno, en la rendición de cuentas de políticos y burócratas, y en la certeza de que el país se sostiene en un estado de derecho, con respeto hacia las instituciones y la ley.

Si un gobernante se torna oscuro, no rinde cuentas de sus actos, miente, improvisa, desconoce flagrantemente cuál es su deber como jefe de estado, y además permite que a su alrededor se genere un ecosistema fuera de la ley y el derecho, entonces, la democracia tiene los mecanismos para expulsarlo.

Ningún país que se precie de estar en vías de desarrollo tiene por qué soportar a un tirano, un corrupto, o un gestor inútil que malgasta o se roba el dinero de los contribuyentes. La democracia entonces se basa en un contrato que firmamos ciudadanos con políticos y funcionarios, que obliga a estos últimos a rendir cuentas de sus actos y decisiones.

Hoy, una amplia mayoría de congresistas libró al presidente de la república de la responsabilidad de enfrentar sólidas y legítimas acusaciones en su contra. Esta mayoría acaba de traicionar a la ciudadanía que, sin importar colores ideológicos, tenía el derecho a escuchar una defensa seria por parte del presidente. Pedirle a Castillo explicaciones no era un capricho de la “ultra derecha”.

Hoy, esta misma mayoría congresal acaba de dividir más al país y darle oxígeno a un gobierno anti-empresa, improvisado, y con serios vínculos con la corrupción y el narcotráfico. Perú Libre y el Partido Morado se unieron, y juntas decidieron arrimarse al poder de turno para implantar su agenda, sin importar si se violan los más mínimos principios éticos y se cubre de impunidad la más grosera mentira: una “chanchita” por los huérfanos.

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